La impresión es que el Gobernador de Bonao lo hizo mal, pero el Embajador de Venezuela peor. El primero repartió lo ajeno y el segundo protestó por la vía equivocada. Las correcciones, por tanto, se imponen.

El Gobierno dominicano se apresura a aclarar que las relaciones con el venezolano se mantienen inalterables, sin que nadie haya dicho lo contrario. Esa sería una forma ágil de cubrirse. Algo huele mal, pero no es en Dinamarca, ni tampoco es bacalao.

El venezolano habría sido llamado a consulta por su Cancillería, pero también por la dominicana. Aquí fue convocado para el martes de tardecita, cuando se dijo que se encontraba en Caracas.

¿Estará dando cuenta de la mala distribución de las casas o de una nota que fue más de prensa que diplomática? Aquí los guardias leen al revés, pero en Venezuela escriben torcido.

El problema no lo sería tanto si ambos gobiernos se auxilian de Salomón y parten en dos al muchacho: cada cual quita el suyo, y santo remedio.