domingo, 25 de abril de 2010

Si lo hubieramos sabido


Pero no lo sabíamos. Nadie podía saber, sospechar siquiera, que ese muchacho delgado, tímido y escurridizo en ocasiones, se convertiría en lo que es hoy…

No teníamos forma de imaginar que ese muchacho, venido desde los barrios más pobres de Nueva York a estudiar derecho a la Universidad Autónoma de Santo Domingo sería lo que es hoy.

No había manera de suponer que ese muchacho de Villa Juana en Santo Domingo, sector donde abunda la marginalidad y la desolación, llegaría donde ha llegado.

Nadie es adivino para determinar de cara al futuro que ese muchacho humilde, profesor de sociología de la comunicación de la UASD, militante del Partido de la Liberación Dominicana se abriría paso entre los viejos para superarlos en todos los aspectos de la vida política.

¿Quién podía asegurar que el profesor Juan Bosch, que siempre escogía candidatos insulsos, inodoro e incoloro, para que los acompañaran en la boleta como vicepresidente, lo señalaría a él, precisamente a él que tenía menos condiciones que muchos otros?

Ningún politólogo, ni sociólogo previo el salto de garrocha del muchacho de Villa Juana cuando enfrentó con éxito al líder de masas más grande y extraordinario del país. Nadie lo creyó capaz de hacer un pacto con su otrora enemigo Joaquín Balaguer para impedir que Peña Gómez fuera presidente de la República. Un pacto racista, bajo y sucio. Ni siquiera muchos de sus compañeros de partido lo creyeron capaz de llevar a Bosch, ya sin memoria, sumido en el pasado, sin luces, para que firmara el acuerdo que “cerraba el camino malo” que representaba el negro del PRD.
Era imposible ver la ambición desmedida del muchacho de Villa Juana de hablar fluido y caminar tranquilo que se paseaba por la calle El Conde de Ciudad Nueva saludando con cariño a intelectuales, poetas, locos y mendigos que muchas veces, con igual cariño, lo ayudaron a empujar su carito “cepillo” (Volkswagen) cuando no encendía por una razón u otra.

Sus mejores y más cercanos amigos de aquellos años no tan gloriosos podían llegar a la conclusión de que el muchacho que llevaba notas de prensa a los periódicos llegaría a la presidencia de la República de la mano de Balaguer a quien luego convertiría en su maestro, guía espiritual y político.

Nadie lo creyó capaz de lo que es capaz. Nadie lo supuso simulador, embustero, demagogo, oportunista, titiritero y embaucador. Nadie creyó que haría desde el poder todo cuanto criticó. Si la corrupción se detenía en la puerta del despacho de Balaguer, ahora no se detiene en ninguna puerta de ningún despacho. El fraude electoral y el uso de los recursos del Estado, tan duramente criticados en el libro “raíces de un poder usurpado”, ahora es pan nuestro de cada proceso electoral.

Nadie podía imaginar que uno de los hombres más pobres del país se convertiría en uno de los más ricos y poderosos desde el gobierno.

Si lo hubiéramos sabido la historia seria otra. El país tal vez no sería lo que es hoy: un paraíso del narcotráfico y el lavado de activos donde el crimen y el delito se apoderaron de las calles aterrorizando a los ciudadanos que no se sienten seguros ni en sus propios hogares.

¡Ay si lo hubiéramos sabido! Pero no lo sabíamos. No teníamos forma de saberlo. Pero ya lo sabemos. Ya no hay excusas. Ya lo conocemos bien, ya sabemos lo que ha hecho con el país, lo que seguirá haciendo. Ya no puede seguir engañándonos con palabras huecas y promesas que nunca cumple. Se quitó la máscara. Ya vimos el monstruo y sus entrañas. ¡Ahora votemos en su contra el próximo 16 de mayo!

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