¿Quién está protegiendo a los nuevos dueños del país que están produciendo, importando y exportando drogas con absoluta libertad? ¿Quién está protegiendo a los que roban y asesinan a plena luz del día? ¿Quién protege a los funcionarios corruptos, aquellos que llegaron con una mano delante y otra detrás al gobierno y hoy tienen fortunas incalculables? ¿Cuál es el ser divino o superior que impide que las investigaciones de los crímenes y delitos de los grandes capos civiles y militares no lleguen al fondo? ¿Cómo se explica que frente a tantos asesinatos a plena luz del día como los del coronel González, González y el señor Antigua no haya un preso? ¿Quién ordenó las muertes violentas de esos y otros señores? ¿Qué poder tan grande mata con tanta impunidad?

Las preguntas ven y vienen en la medida que ocurren los hechos sin que nadie ofrezca ninguna respuesta. Cuando algún osado le pide al presidente de la República que se refiera al caso del presunto narcotraficante español Arturo del Tiempo Marqués con quien aparece retratado en el mismo Palacio Nacional, es acusado de dañar la imagen del mandatario. Los asesores del mandatario les aconsejan que hable de las hermosas y perfumadas rosas que adornan los jardines del Palacio Nacional. Y que siga viajando a cumbres y reuniones internacionales que solo sirven para gastar el dinero de los pendejos contribuyentes.



Pese al silencio que sepulta los muertos, las drogas y la corrupción, la sangre habla. Y grita. Los verdaderos responsables del caso Paya, los dueños de la droga y del dinero, no están en el expediente. Ni en la cárcel. Serán condenados los menos culpables de los culpables. O los inocentes. Los grandes, con estrellas en sus uniformes, no serán citados ni como testigos de cargo o descargo de los encarcelados hace ya cerca de dos años. El Ministerio Público es reo del poder civil y militar, igual que la Suprema Corte de Justicia. El Estado de Derechos es menos que una caricatura en nuestro país.

El caso del señor Del Tiempo Marqués es todavía más complejo, pues involucra a personas de mucho, mucho poder, protegidos por gente de más poder todavía. Los hechos son claros, pero las investigaciones se quedan detenidas cuando llegan al punto neurálgico que conduce al escándalo definitivo por los personajes envueltos.

Del Tiempo Marques actuó siempre amparado y protegido. Tenía socios grandes y poderosos. El país lo sabe, pero calla. En boca cerrada no entran moscas, dice la gente. Nadie quiere que lo maten y lo encuentren, si es que lo encuentran, descuartizado para que no lo reconozca ni la madre que lo parió.

Tantos asesinatos a la luz del día. Y no hay un detenido. Los que pueden conducir hacía los culpables van desapareciendo y muertos. Así se rompe la cadena. Así se garantiza el silencio y la continuidad del narcotráfico, el lavado y la corrupción. Los que rompen el miedo pueden terminar asesinados. Los sicarios están a la orden del día. la vida humana vale menos que un cigarrillo crema, como dijera Juan Bosch durante la dictadura de Balaguer. ¡El Poder protege a los asesinos! ¡Han vuelto los incontrolables controlados por el poder del narcotráfico!
Después de México estamos nosotros en materia de narcotráfico. Pero con una diferencia: en México el gobierno ha desatado una guerra que lleva cientos de muertos. La lucha contra el narcotráfico es fratricida. En nuestro país lo que vemos es complicidad. Dicen que el dinero de la droga sostiene la economía, que sin el dinero de la droga colapsa la economía, que la droga es un instrumento de desarrollo en la República Dominicana. Bajo esa lógica podemos decir: ¡Vivan los narcotraficantes! ¡Vivan los socios de los narcotraficantes! Los muertos son daños colaterales inevitables. Con esos “patrióticos criterios” es que hemos llegado al narco-gobierno que padecemos hoy.

PD: Dada la preocupación de mis hijos no volveré a escribir sobre el tema durante este gobierno. No me quieren ver envuelto en un intercambio de disparos, un atraco, un robo, ni siquiera en un accidente de tránsito. Me quieren vivo y viable.